La palabra Pareidolia deriva etimológicamente del griego y se refiere a una figura o imagen, junto a o semejante a. Es un fenómeno psicológico donde un estímulo vago y aleatorio (habitualmente una imagen) se percibe erróneamente como una forma reconocible, debido a un sesgo perceptivo. Vivimos asociando todo a lo que ya conocemos. Suele ser difícil aceptar lo que no se conoce y presume.
La pareidolia podría fundamentar el origen del arte, la astrología o el animismo. Es un fenómeno psicológico por el cual reconocemos patrones significativos, como caras y cuerpos, en estímulos vagos y aleatorios ofreciéndonos diversas ventajas evolutivas. Esto también nos deja un tanto conformes y disminuye el temor por sentirnos perdidos ante la novedad desconocida.
El paisaje se convierte en tierra segura cuando los objetos tienen rostro. El hecho de encontrar significado en estímulos ambiguos parece depender de la evaluación conceptual y de eventos de procesamiento cortical similares a los que se observan en objetos conocidos. Así por ejemplo una papa frita puede ser parecida a la cara de Elvis Presley.
Para nuestros ancestros, la pareidolia, la concreción de formas difusas en patrones reconocibles, podía suponer la diferencia entre la vida o la muerte. En este sentido, se cree que este procesamiento de información inconsciente era fundamental para acelerar el juicio y tomar decisiones cuando se precisaba una reacción rápida ante una amenaza o ante una oportunidad, facultad que también se usaría a la hora de cazar o escapar de algún peligro.
Miles de años más tarde ya no estamos rodeados de potenciales depredadores, pero la pareidolia sigue ofreciendo al ser humano un apreciable conjunto de competencias, como la interacción social. Porque la pareidolia no solo consiste en reconocer caras instantáneamente, sino en leer información sobre dichos rostros. Es así como vemos que el bolso nos sonríe o la papelera nos hace burla.
Al confundir al objeto con una cara, el cerebro considera que también posee mente capaz de mostrar emociones, algo imprescindible para la interacción social. Es así como somos capaces de leer cómo se siente una persona con solo mirarla a la cara, aunque ese rostro, en realidad, esté formado por el vapor de agua de una nube.
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La pareidolia también está teniendo un papel apreciable en el estudio de determinadas enfermedades neurodegenerativas como el Parkinson. Algunos estudios señalan que estos enfermos tienden a experimentar más pareidolias de lo habitual. No hay que olvidar, en este sentido, que este fenómeno también se usa en el popular test de Rorschach de evaluación psicológica.